Lenguaje, política, mediocridad, insolaridad

Publicado en por escabullidos

Foto: Gaelx

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Descontento y partidos emergentes

La vida evoluciona, el tiempo pasa a un ritmo tan trepidante que nos impide agarrarnos a los nuevos cambios en todas las esferas, incluida la política. Claro, son tantos los campos abiertos que carecemos del sosiego para la reflexión. Quizás por ello, los denominados partidos emergentes se cuelgan del sugerente y productivo slogan de viejo/nuevo, de vieja/nueva política en el que resumen telemáticamente sus programas o parte de los mismos para canalizar el gran descontento que vive la sociedad española, agudizado en los años de gobierno del PP con su mayoría absoluta.

En un tiempo récord unos partidos desconocidos han desmoronado el bi-partidismo reinante y alcanzado unas cuotas de poder extraordinarias, lo que es un resultado espectacular e impensable hace un par de años, dado nuestro sistema electoral que permite que un partido con casi un millón de votos sólo consiga dos diputados mientras que los nacionalistas ocupan varios escaños con un puñado de votos. Nadie, en buena lid, puede dudar que estos partidos han logrado canalizar el gran descontento de los ciudadanos que se veían desposeídos de los beneficios de la bondad económica cacareada por el Gobierno. ¿Para qué queremos crecer tanto si la gente cada vez se vive peor y nuestros jóvenes, bien formados, por cierto, tienen que emigrar al extranjero para poder mal vivir en la perfecta Alemania, por ejemplo, con 400 €?.

El poder del lenguaje

En todo ello tiene una importancia suma, la manera de comunicar, el Lenguaje. Un pequeño inciso, lector/a. Nunca entendí a los miembros del Gobierno del PP cuando se quejaban de la falta de Pedagogía refiriéndose a su mala comunicación. La Pedagogía es otra cosa, el arte del enseñar, que viene etimológicamente del Griego. Claro, como ni las Lenguas muertas, Latín y Griego, ni Filosofía no sirven para nada, no me extrañan esas meteduras de pata, que a lo mejor de tanto repetirlas acaban imponiéndose. Sigamos. Las palabras tienen la misión de nombrar las cosas, porque éstas en sí no son nada. Dice Kant que el “noumenon” es como un ente ciego, sin vida, hasta que se transforma en “phenomenon” mediante la palabra. De ahí el valor de éstas, el valor de las palabras, del lenguaje. “El poeta, en palabras de Huidobro, crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris…” No pido tanto a nuestros políticos, si no conocen a Kant. ¿Será porque no es nuevo, moderno? ¡Perdón, lector, borra esta malignidad! Coincido con Platón que otorgaba a los poetas la sagrada misión de políticos…

Pero, no pretendo llevar las cosas tan lejos. Me contento con hablar de la pobreza del lenguaje de nuestros políticos ‘nuevos’. El ex-presidente Mujica, con razón, caracterizaba a los actuales políticos de mediocres al compararlos con los de otras épocas. Y citaba a Churchil, creo. Si los comparamos con los de la Transición vemos un gran abismo. Y no digamos nada, si nos vamos a Azaña, Maura,.. Sus discursos demuestran que dominaban los clásicos y los greco-latinos Homero, Virgilio, Horacio. Leí un discurso de Alcalá Zamora en el que demostraba que conocía a Cervantes como un gran cervantista. Nuestros políticos nuevos son brillantes si por ello entendemos un manejo desbordante de palabrería, pero carecen de fondo precisamente porque les falta la forma, como decía antes el poeta chileno Vicente Huidobro. Repiten como papagallos las recetas lingüísticas, de las que los medios de comunicación y todos nosotros nos hacemos eco, dicho sea de paso. ¿Ejemplos? Hay miles, lector. De pequeño, me extrañaban esas puertas que giraban. Ahora, no dejo de oír por doquier eso de “las puertas giratorias”, de “las mordidas”, de “la pobreza energética”, de “la hoja de ruta”, -invento de un mandatario estadunidense refiriéndose a Israel,- y de otras tantas, como “mochila” o “protocolo”, aplicado continua y absurdamente para designar normas y diferentes formas de actuar. Ya nos previno Lázaro Carreter en el Dardo en la palabra…

¿Pero, por qué insisto en ello?, te preguntarás, lector/a. Temo el uso repetitivo hasta la saciedad de determinados vocablos. Parece como si con la creación de una palabra se solventara todo. He padecido la absurda palabrería que suponía eso de la “Calidad”, aplicado a la enseñanza. Todo era Calidad. Pero, para colmo, ahora nos han metido otro palabro, la “Excelencia”. ¡No era suficiente con eso de “sostenible” para llenar “la mochila”! Y a la gente se les llena la boca como si estuvieran descubriendo la pólvora. Las palabras tienen vida propia, pero si las repetimos en exceso cometemos un sacrilegio; se convierten en un pequeño cajón del que tiramos sin el merecido respeto. No hay nada más injusto y doloroso que nuestro llamado primer mundo derroche a mansalva mientras mucha gente carece de lo más elemental, de comida, de calor para el hogar,… Pero, para ello, también han creado otra palabreja “la pobreza energética”…Y así todos tan contentos; nuestras culpas lavadas. Hasta los independentistas justificaban sus decisiones apelando a la pobreza energética sin ni siquiera mencionar eso la terrible corrupción que ha proliferado en Cataluña con el silencio cómplice de todos, de todos…

Uniformidad-mediocridad-insolaridad.

Todo va encaminado a facilitar las cosas, a impedir que la gente piense por sí misma. Ya hablaba con acierto Ortega a principios del siglo XX de la Rebelión de las masas. La riqueza de medios de que disponemos, la amplia información que manejamos, las enormes posibilidades de viajar,… paradójicamente nos está llevando a un provincianismo general, como decía Argullol en un artículo de El País. Todas las ciudades se parecen y en todos lados te exigen hablar Inglés, LA LENGUA DEL IMPERIO. ¡Ésta es otra! Lo que la poderosísima Roma no logró en varios siglos mediante la romanización, pues el Latín se convirtió en Latín Vulgar y éste evolucionó en los pueblos bárbaros hacia diferentes lenguas vernáculas: castellano, francés, portugués,…, lo que no consiguió la romanización, digo, intentan imponerlo mediante las nuevas técnicas ahora en pocas décadas, desoyendo la maldición bíblica que refleja la temida Torre de Babel.

En efecto, pese a los avances increíbles de la ciencia en todos los campos, de la diosa Técnica, incluida la todopoderosa informática, Internet,… nuestra capacidad crítica, nuestra visión del mundo es cada vez más pobre. Nuestro egoísmo nos impide comprender algo tan simple, tan elemental como la necesaria y urgente repartición de los alimentos como norma suprema de convivencia, un programa de ayuda a la pobre África aunque sólo fuera para sortear esos viajes a ninguna parte de las pateras y el continuo flujo de refugiados, pese a nuestra carareada “solidaridad” (otra palabrilla que se añade). E incluso para evitar que se convierta en un polvorín y acabe se cumpliéndose la profecía Nostradamos, siglo XVI, que especifica que los musulmanes y africanos invadirían Europa en el siglo XXI. Tienen muy poco que perder, excepto el hambre y la miseria. También profetizó, por cierto, que aumentaría la temperatura, que los campos arderían por el sofocante calor. Puede que la afirmación de Rousseau, que el hombre es esencialmente bueno y que lo pervierte la civilización, sea menos certera que la de Cicerón “Homo homini lupus est” (el hombre es un lobo para el hombre).

…Tiempos de escasa reflexión, de repetición mimética de cuanto nos repiten. Tiempos mediocres, los nuestros. Verdaderamente. La mediocridad de nuestros políticos, de la nueva política es el reflejo de nuestra propia mediocridad, de nuestra incapacidad para soportar la añeja y enquistada corrupción.

 

: «Lenguaje, política, mediocridad, insolaridad». Publicado el 13 de enero de 2016 en Mito | Revista Cultural, nº.29 – URL: http://revistamito.com/lenguaje-politica-mediocridad-insolaridad/

 

Etiquetado en Notas y Opinion

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