La cultura no está en el debate y eso es preocupante

Publicado en por escabullidos

La cultura no está en el debate y eso es preocupante

Suele encontrarse poca literatura específica de teatro en la actualidad, y llama la atención la publicación de Lo Incapturable (Reservoir Books), el ensayo que ha escrito el actor, director, psicólogo social, reggiseur y tantas otras facetas en el universo de las artes escénicas, Rubén Szuchmacher. Llama la atención, porque funge, a la vez, como un manual instructivo de aprendizaje y llamada de atención para artistas y como provocativo puntapié a la conciencia del espectador.

Lo incapturable es una extraña forma de, precisamente, intentar agarrar lo inasible: las artes escénicas que desaparecen al instante exacto en que acaban de suceder. Szuchmacher –que explica que a sus 64 años y con una trayectoria tan vasta, siente que la experiencia le permite ver el panorama con mayor claridad– cuestiona, con la vehemencia del apasionado, el estado actual de las artes, su asimilación a los patrones de la cultura y, lo que identifica con mayor pesar, la falta de interés de la sociedad en problematizar y discutir su propia cultura. Los estados –los grandes relatos sean kirchnerista o macrista– han logrado que sus modelos culturales sean vistos como válidos, exitosos y aceptables.

En ese contexto, Szuchmacher , redobla su apuesta por la reflexión y la crítica. La extiende de las artes escénicas a la política y retoma el concepto de comunidad. Y desmitifica varios de los lugares comunes en los que abrevan, en la actualidad, artistas y políticos por igual.

-En el libro hay una desmitificación sobre el trabajo del director y hacés una recuperación del trabajo colectivo…
-Soy un convencido de que esto es así porque en mi propia experiencia me he dado cuenta que solo no puedo hacer nada. Es la peor herida narcisista, aunque no lo pongo en esos términos, pero es así: uno como artista no existe sino es a través del otro. Por eso el teatro es un arte político por excelencia, porque solo se concibe el trabajo del director en el seno de una comunidad. Y también tiene que ver con una circunstancia histórica, porque en una época donde predominan y hegemonizan las políticas del sho, así con sh, intento generar una mirada descentrada, que va en contra de la idea de propiedad: la puesta en escena se constituye grupalmente y también con los espectadores, así que es una construcción compartida. No es de nadie. Una puesta puede ser anacrónica por no dialogar con el espectador y fracasar…

-¿El vínculo con la coyuntura tiene que darse siempre?
-No, en cuanto a lo temático no. Ahí creo en la autonomía de lo artístico y lo que debe haber es un vínculo con la contemporaneidad, para que sea eficaz, aunque es una palabra que no gusta mucho, pero la eficacia es cumplir con un cometido, tiene que tener que ver con el tiempo que se vive.

-¿Es una resonancia más implícita que explícita?
-Exactamente. Muchas veces ni siquiera tiene que ver con algo cotidiano, o la realidad, sino con la reflexión artística y la contemporaneidad. Más allá de que el tema sea actual o no.

-Solés ser muy crítico del panorama artístico contemporáneo y hacés un señalamiento valorativo interesante en el libro entre comercial, off, under e independiente, cuestionando y destacando elementos de todos, ¿cómo lo ves actualmente?
-Está un poco perdida la escena actual, sobre todo en Buenos Aires, y están un poco sin rumbo los espectadores también. Se ha perdido mucho el espíritu crítico.

-¿Es un problema formativo del espectador?
-Es un problema por la enorme reducción de exigencia estética, de lo que se ve y se contempla. No solo en términos artísticos. Y es también por el enorme influjo de los medios. Vivimos en una época en la que los niveles de complejidad tienden a ahuyentar. Cualquier cosa que deviene compleja es acusada de intelectual, o extraña. Es un pensamiento muy tranquilizante y eficaz para no generar grandes problemas, pero a medida que vivo más años entiendo que el mundo y el arte se vuelven cada vez más complejos. Y hay, a la vez, un movimiento interno que trata de bloquear eso, como si no quisiéramos enterarnos de esa complejidad.

-Y el rol del arte sería motorizar y descorrer el velo de esa complejidad…
-Sí, tiene que exponerla. El arte es lo contrario de la cultura, que estabiliza las cosas, para que no haya sobresaltos. En cambio el arte tiene el lugar de la inquietud, la movilización, de salirse del cauce. Provocar la rebeldía y colocar las cosas en otro lugar. Y hoy el problema es que el arte es sumamente cultural: estabiliza mucho y mantiene el status quo. Hoy, salvo excepciones, todo el movimiento independiente apela a complacer, a darle calma al espectador.

-Se homogeneiza…
-Sí, y si se analiza, ahí hay un problema. Hay que reventar eso. Cuando decido hacer una obra de tres horas, muy compleja, en un teatro independiente, con un elenco de primera línea y que va a estar cuatro veces por semana, estoy tratando de hacer algo diferente de lo que se produce. Si hiciera una obra de una hora diez, con poquitos actores y una escenografía muy simple, estaría siguiendo la línea de lo que se produce hoy en día.

-Muchos de los que están en ese plan dicen que las dificultades materiales condicionan…
-Yo no creo que al arte le importe la plata. Además rescato épocas de experiencias históricas que demuestran lo contrario: en Berlín en 1923 se cagaban de hambre y desarrollaron uno de los movimientos artísticos más importantes. Brecht escribía y era pobre: y generaron un movimiento artístico más allá de eso.

-¿No será un modo de acomodarse?
-Es una manera de no generarse problemas. Si hiciste cuatro obras con la misma disposición escénica, pará, tomate un respiro. Jugá a la lotería, no sé, buscale la vuelta. O encadenate y lográ que el ministerio de Ciudad o Nación te den una ayuda, organicemos un movimiento, algo. Lo que me irrita es cuando aparece el sentimiento de hacer de la pobreza un orgullo. Una cosa es ser pobre, y otra es glorificar el hacer con las pequeñas cosas. Es someterse a la voz del amo, el amo dice trabajá con poquito.

-El pobrismo…
-Me meto con un tema acá: a mí me alarmó cuando se declaró el día del orgullo villero en el Congreso. Me produce espanto. Más allá de esas circunstancias y de los recursos de sobrevivencia en esos contextos para poder seguir siendo sujetos, que es absolutamente loable, de lo que se trata no es de ratificar una identidad, sino de erradicar las villas.

-Has pasado por la dirección del FIBA y tenés una mirada muy crítica con la concepción mercantil de los festivales…
-Sigo teniendo esa visión crítica: algo pasa porque los festivales acaban por no cumplir ninguna finalidad. Deberíamos repensarlos, debieran ser una política específica de cada lugar. Hoy se tiende a pensar de un modo globalizado y como si todo funcionara igual en cualquier sitio, cuando los contextos, las situaciones e historias culturales son diferentes en cada lugar. Los festivales, que son un recorte de la actividad, deberían repensarse en términos de para quién son. Para mí son para los artistas, el conjunto ese que luego va a estar en contacto con la población, son los que a través del debate y la reflexión (como un congreso médico o profesional) sobre su propia tarea harán llegar eso a los espectadores en general. No me parece que deban servir para ahorrarle un viaje cultural a la pequeña burguesía ilustrada. Con la vorágine que hay, los festivales deberían repensarse continuamente y, en lugar de eso, se estabilizan. Se vuelven parte de la cultura.

-En ese plano de las políticas culturales que ¨funcionan¨ y yendo al terreno político electoral, se suele escuchar y leer que se enfrentan dos modelos similares pero culturalmente diferentes….
-Tiene que ver con el vínculo entre el Estado y la cultura. Más allá de unos u otros, lo que quiero marcar es que la relación existente entre esos elementos no está problematizada, porque para los políticos y la mayoría de la población ambos modelos son exitosos. Sacando la eficacia de Grossman de un lado, o de Violetta y Zubin Mehta del otro, el conjunto de la población cree que la cultura en este país está bien: no es un tema. No entra en los debates como la inseguridad, los salarios, la inflación; y eso es preocupante, cómo los Estados, Ciudad o Nación, han logrado generar en la población la idea de que eso está bien. Y yo creo que no está bien. Está paralizada la discusión.

Publicado: el 21 de noviembre de 2015 por Brian Majlin para Revista El Otro  - http://www.revistaelotro.com -

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